Me había desacostumbrado (por así decirlo) a sentir que importo. Que alguien tenga las ganas locas de verme y que lo haga sin rodeos, que aparezca cuando yo también quiero verlo y que no se termine de ir nunca, por no poder o no querer. Me había olvidado de la mirada sincera, de la persona sin disfraz, de la ingenuidad del "¿qué va a pasar ahora?". Sonrío sin parar y hay huecos que ya no duelen, ya no hacen ruido. Me voy desacostumbrando de a poco al frio dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario