Nosotros tenemos una relación en particular que hace que no importe el tiempo que haya pasado ni el lugar en el que nos encontremos, el trato siempre es el mismo (como si nunca nos hubiésemos separado). Y es eso lo que me llevo el viernes a abrir los ojos y encontrarme en su auto volviendo a mi casa. No recuerdo con claridad la charla previa que me llevo a acceder a subirme a su auto, pero se que así no hubiésemos tenido esa charla, yo hubiese terminado en el mismo asiento. Él está un poco flaco, con el pelo más largo de lo que se lo suele dejar y con un tatuaje en la frente que dice "tengo novia", pero los ojos chinos seguían intactos y su sonrisa a lo lejos también. Nos despedimos por enésima vez, el fruncía el ceño, no entendía por qué yo no le estaba pidiendo de quedarnos juntos o de ir a otro lado pero me dejo ir de todas formas.
Estoy aliviada y contenta por saberme superada de esta situación, por no haberlo deseado ni un instante y por bajarme de su auto con decisión y no con lágrimas en los ojos. Lo quiero y lo voy a querer siempre, pero ya no deseo su cigarro en desayuno.
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