Escribo poco en el blog, porque lo que tengo para decir suena reiterativo y las cosas buenas no cuentan. A uno siempre le gusta contar lo triste, porque para la felicidad, lo virtual no existe.
Hoy me sentí adulta.
Tuve que ir al edificio viejo de la facultad de Comunicación Social, porque hubo un error de fechas y me pidieron que vaya a rendir un parcial ahí. La cuestión es que, cuando salí de ahí decidí ir a comer sola a un lugar de comidas rápidas. Me senté, me despegué de mi saco de lana azul oscuro y mientras comía observaba a los que estaban en el lugar. Había dos grupos de adolescentes sentados en distintas mesas; gritaban, se reían, no se entendían pero volvían a reír. Y recordé el año pasado (como si fuese tan lejano), recordé mi secundaria y todo lo que la abarcó. Cuando salíamos de pagar una cuota del boliche que nos haría la fiesta de egresados, íbamos a comer todos juntos y hacíamos las mismas cosas. Todo eso paso hace un año y sin embargo siento que soy completamente diferente a esa que llevaba una pollera tableada a cuadros y una chomba blanca.
Después de mirarlas por varios minutos, me miré a mi misma, mire mi ropa. Llevaba puesto una camisa y un pulover con un jean y botas. Estaba sobria y grande, sobre todo eso, grande. Y por un instante, quise de nuevo el uniforme. Me soñé en otra instancia, contando los días para Bariloche, o un poco antes, planeando formas de pagar ese viaje.
Con un poco de nostalgia, me retiré del lugar, rumbo a la parada de colectivo y sin ir mas lejos de lo que venia pensando, me encontré en esa misma esquina con una pareja, ambos llevaban distintos buzos de egresados. Apenas los vi, me vi a mi misma y a Diego. Me acordé de octubre/noviembre/diciembre del 2012 en cuestión de segundos. Estaban sentados en la misma posición que lo hacíamos nosotros en la plaza del colegio y hacían los mismos juegos que nosotros. Tenían en la cara la inocencia del ultimo año, las ansias del viaje y el miedo del final que se les acercaba. Sentí un poco de envidia, nostalgia y pena. Sentí esa pena porque casi pude predecir que el futuro de esa pareja se desvanecía junto con el ultimo año de secundaria. Como pasa siempre, como me paso a mi y como les pasa a todos.
El amor adolescente es lo mas puro que pude encontrar durante mis años de colegio y es el mejor recuerdo que me llevo de todo lo que extraño de esa época y voy a extrañar siempre.
Hoy me sentí adulta.
Tuve que ir al edificio viejo de la facultad de Comunicación Social, porque hubo un error de fechas y me pidieron que vaya a rendir un parcial ahí. La cuestión es que, cuando salí de ahí decidí ir a comer sola a un lugar de comidas rápidas. Me senté, me despegué de mi saco de lana azul oscuro y mientras comía observaba a los que estaban en el lugar. Había dos grupos de adolescentes sentados en distintas mesas; gritaban, se reían, no se entendían pero volvían a reír. Y recordé el año pasado (como si fuese tan lejano), recordé mi secundaria y todo lo que la abarcó. Cuando salíamos de pagar una cuota del boliche que nos haría la fiesta de egresados, íbamos a comer todos juntos y hacíamos las mismas cosas. Todo eso paso hace un año y sin embargo siento que soy completamente diferente a esa que llevaba una pollera tableada a cuadros y una chomba blanca.
Después de mirarlas por varios minutos, me miré a mi misma, mire mi ropa. Llevaba puesto una camisa y un pulover con un jean y botas. Estaba sobria y grande, sobre todo eso, grande. Y por un instante, quise de nuevo el uniforme. Me soñé en otra instancia, contando los días para Bariloche, o un poco antes, planeando formas de pagar ese viaje.
Con un poco de nostalgia, me retiré del lugar, rumbo a la parada de colectivo y sin ir mas lejos de lo que venia pensando, me encontré en esa misma esquina con una pareja, ambos llevaban distintos buzos de egresados. Apenas los vi, me vi a mi misma y a Diego. Me acordé de octubre/noviembre/diciembre del 2012 en cuestión de segundos. Estaban sentados en la misma posición que lo hacíamos nosotros en la plaza del colegio y hacían los mismos juegos que nosotros. Tenían en la cara la inocencia del ultimo año, las ansias del viaje y el miedo del final que se les acercaba. Sentí un poco de envidia, nostalgia y pena. Sentí esa pena porque casi pude predecir que el futuro de esa pareja se desvanecía junto con el ultimo año de secundaria. Como pasa siempre, como me paso a mi y como les pasa a todos.
El amor adolescente es lo mas puro que pude encontrar durante mis años de colegio y es el mejor recuerdo que me llevo de todo lo que extraño de esa época y voy a extrañar siempre.
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