La felicidad sólo es real cuando se comparte
Una mirada segura, una sonrisa sincera, una caricia de seda...
Recibí eso y me di cuenta que era algo que no sentía hace siete meses, sentí ese abrazo fuerte que no sentía hace tanto, y cuando pestañeé me di cuenta de que, no fue mas que eso, una mirada, una sonrisa, una caricia, un abrazo. Todo se desmorona cuando reaccionas y caes en la cuenta de que solamente fue una dosis, una dosis de amor; como algo actuado, es decir, 'Bueno, me tengo que ir, cuando los tiempos me den, cuando pueda, cuando quiera, arreglamos otra vez' 
Sentís como si hubiese sido una sesión de terapia, en la que el que está sentado adelante tuyo, finge ser tu amigo, entendiéndote, sacando conclusiones junto a vos, fingís confiar en esa persona para contarle todo lo que te pasa, pero al fin y al cabo, cuando te abre la puerta del consultorio para que vuelvas al mundo real, ese psicólogo no deja de ser un desconocido, y es ahí, en la despedida, cuando te das cuenta. Bueno, esto se siente igual. Es que, hace tanto que no lo sentía, hace tanto que no me miraban así, que me creí el cuento de la terapia verdadera y al irme saludé al psicólogo con un gran abrazo, como si hubiésemos sido amigos de toda la vida.

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